La política democrática,
por mucho que sea un recurso usual de toda clase de retóricas, no puede ser
menospreciada. Necesita de mecanismos institucionales que garanticen no
solamente la formulación de leyes, sino su exigibilidad y su respeto por parte,
especialmente, de agentes gubernamentales y gerentes privados. Tampoco puede
ignorar la importancia de la formación democrática de demandas sociales (Sojo;
2004, p. 152).
La comunicación es un
aspecto central de estas transformaciones, las que inundan todos los aspectos
de la vida, además de las decisiones de producción, los niveles de precios y
los procesos de mutación de la industria cultural, entre otros asuntos.
La televisión misma se convierte
en un reclamo fundamental de las comunidades regionales y locales en su lucha
por el derecho a la construcción de su propia imagen, confundida así con el
derecho a la memoria (Martín-Barbero, 1999, p. 288).
En Chile, y en general en
América Latina, existe cierta similitud entre la jerarquización de la agenda
mediática y el organigrama político. La cercanía del vínculo directo, entre los
medios de comunicación y la clase política se hace evidente, no solo en el
volumen de noticias diarias relacionadas con en este ámbito, sino además por
detalles como la frecuencia de consulta de fuentes oficiales e incluso el
lenguaje con el cual los periodistas se refieren a estos.
Lo que se denomina
organigrama político, no se refiere únicamente a la división de las ramas del
poder estatal en funcionarios-gobernantes de las ramas legislativa, ejecutiva y
judicial, sino en el orden de influencia, la frecuencia y la capacidad con las
que esferas como la económica, la religiosa, la académica, la seguridad
nacional o el deporte, son capaces de desplazar el imaginario de relevancia de
una manera tal que son capaces de opacar la intención de deliberación del
público frente a temas de mayor interés o impacto en términos generales.
A pesar de que, como lo
muestra la historia, en sus albores, la comunicación mediática de masas comenzó
como una herramienta política, en la actualidad se pretende mostrar a los
medios y particularmente la televisión, como agentes neutrales e imparciales.
Sin embargo, la intersección en la que convergen la información de interés
general y la rentabilidad, conforma un área difusa entre los principios
periodísticos en los que en teoría deben primar la información culturalmente
útil o valiosa, la difusión de hechos novedosos y recientes, y los principios
económicos de la rentabilidad, la producción eficiente, el posicionamiento de
marca (o auto-pauta), la venta de espacios para infomerciales, el mundo del
espectáculo y lo de moda: la política.
En este sentido, los
medios están como todo o casi todo, al servicio de las lógicas del modelo
socioeconómico y no de las necesidades culturales de la ciudadanía cumpliendo una
función socioeconómica primordial, y es la de generar un ambiente de confianza
que sirva como caldo de cultivo para la proliferación de las iniciativas
económicas que tienen como objetivo primordial, persuadir al público de
apoyarlas.
J.P. Arancibia en su
texto: Comunicación Política explica cómo a partir de la irrupción de la
televisión y su fusión con la política, esta última sufrió un proceso de
transformación creciente, el cual consiste en potenciar y acentuar esos rasgos
de espectacularidad.
La televisión se vuelve
una escena privilegiada de la política, con tres procesos para la configuración
de la mediatización de lo político: la emergencia de una sociedad de masas; la
expansión e institucionalización de los medios de comunicación social como
agentes organizativos y articuladores de un espacio social simbólico; y los
procesos de captación, utilización y cooperación entre los sistemas políticos y
los medios de comunicación.
Para Dominique Wolton la
exhibición de políticos en televisión constituye una excelente posibilidad para
que los ciudadanos se enteren de las distintas ideas y proyectos políticos de
modo que estén completamente informados de las diferencias ideológicas y
políticas. Wolton sostiene que la comunicación política es un proceso
indispensable para el espacio político
contemporáneo. Su modelo de comunicación instituye y autoriza el ingreso
de ciertos agentes en la vida pública de la sociedad.
Contrario piensa Giovanni
Sartori, quien cree que la “video política” es una modalidad que amenaza a la
nueva democracia puesto que impone una falsa democracia televisiva donde impera
la apariencia por encima del fundamento y la imagen sobre la razón.
Es por eso que Arancibia
en recopilación sobre el proceso de mediatización en Chile, sostiene que la televisión
se presenta y comporta como un agente que está más allá de sus propias
condiciones de posibilidad, pues termina trascendiendo y se sobrepone a todo
régimen de contingencia.
En materia de política, el
rol fundamental de los medios consiste en promover la participación ciudadana y
dar a conocer de manera eficiente los temas del mayor y más amplio interés.
Gran parte de la corruptela política ocurre por el desconocimiento de las
dinámicas en materia de políticas públicas y por ende de las lógicas sobre las
que estas deben funcionar ante la ley.
No obstante, hoy lo
relevante de la escena televisiva es que adopta mecanismos y atributos de
tribunal: enjuicia, sentencia y normaliza las subjetividades. Según Bourdieu,
niega cada uno de los requisitos y condiciones para que exista democracia; sus razones:
la televisión impide pensar, imposibilita el rigor y la serenidad, silencia,
enmudece y paradójicamente invisibiliza;
en vez de fomentar la participación ciudadana termina por castigar y censurar
sus posibilidades.
Por el contrario,
Dominique Wolton ha defendido a los medios con dos afirmaciones distintas;
primero, lo medios de comunicación son condición de posibilidad para que exista
democracia. Segundo, los medios de comunicación son la más sana manifestación
de la sociedad democrática, de su madurez y estabilidad institucional. Donde
existen medios de comunicación política hay democracia, a esto Wolton llama
comunicación política.
La comunicación política
se articula en tres esferas y agentes sociales: lo político, la información, y la
participación. De acuerdo con Wolton el político debe exhibir su accionar, debe
transparentar su gestión. El periodista debe investigar e informar a la
ciudadanía lo que hacen los políticos. El ciudadano debe informarse para poder
participar y para poder votar. Así la democracia deviene para Wolton un círculo
perfecto entre la política, la información y la participación.
La comunicación juega un
papel fundamental no solo en el ejercicio mismo de saber comunicar las
prioridades que nacen de abajo hacia arriba, o del pueblo hacia los gobiernos,
sino también de saber diferenciar, en el lenguaje político, aquellas cosas que
son urgentes.
Es necesario advertir que
la aplicación de la acción de comunicar se debe integrar adecuadamente con
otros factores y en un contexto. Además, no se puede ignorar el entorno en que
se mueve y los procesos políticos, sociales y económicos. De hecho, ninguna
técnica de comunicación como lo señala Dominique Wolton, por más efectiva que
sea, llegará a alcanzar el nivel de complejidad de la comunicación humana.
Bibliografía
Barbero J.M. Los descentramientos del arte y de la
comunicación, en Carlos Ossa (compilador) La Pantalla Delirante, Santiago de
Chile, Lom Ediciones/Universidad Arcis, 1999, pp. 85-99.
Sojo
C. La modernización sin Estado: el destino privado de las políticas públicas.
En publicación: La gobernabilidad en América Latina. Balance reciente y
tendencias a futuro. FLACSO, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Secretaría General. 2005. (formato CD).
Arancibia
J.P. Comunicación Política, Capítulos
III, IV y VII
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