Al cumplirse los 150 años de
existencia del Tolima, varios abuelos rememoran el Departamento a partir de
vivencias que quedaron grabadas en su memoria.
Hilda Portela
De de la melodía de Garzón y Collazos, Silva y Villalba pasando por las sinfonías de la música clásica han llegado sonidos nuevos que de repente oscurecen una juventud soñadora que se enamoraba a punta de bellas letras. Así Hilda Portela de 74 años, evoca sus años dorados con grupos musicales de su época que dieron lugar a inolvidables orquestas que al igual que ella también pasaran a la historia.
“Somos muy pocos los que nos
gustan los pasillos y las guabinas, se ha perdido el interés por conservar la
música vieja” explicó mientras recorre el jardín del ancianato donde hoy vive
olvidada por su familia.
De Doyima, el pueblo donde nació no recuerda nada, “estaría muy pequeña cuando me fui a trabajar con una señora que necesitaba de compañía”, cuenta. Y aunque vivió siete años en Bogotá, otro tiempo en Cali probando suerte, regresó a Ibagué extrañando la calidez de la gente.
“En Cali recuerdo haber trabajado
con una familia que no me trataba muy bien yo siempre decía que me regresaba
para el Tolima, pero me decían que no porque era un departamento muy violento”,
dice Hilda.
Sin importar los comentarios que
escuchaba de su tierra Hilda regresó a trabajar como empleada doméstica con una
señora que la invitó a recorrer varios municipios del Tolima entre esos
Espinal.
“Me encanta la lechona ni que decir del tamal, aquí (Jardín de los abuelos) en diciembre nos dan esa comida, la disfruto mucho y me recuerda mucho ese pueblo”.
Para esta abuela sin duda, el
Departamento de antes y el de ahora han marcado un cambio gigante. “La
transformación urbanística que se ha vivido en los últimos años es una apuesta
por la modernidad para no estar en la cola de otras regiones como Antioquia,
Valle o Cundinamarca”, resalta.
Los gobiernos de los últimos
tiempos han hecho una labor importantísima, por el desarrollo se la región pero
hay otras consideraciones – dice Hilda que continúan cobrándole al Tolima
“muchos de vida”.
“La violencia está más marcada que nunca, la gente tiene muchas creencias vanas y diversiones raras que sin uno se pone a pensar son las razones para que la gente hoy día sea menos tolerante”, expresó Hilda.
Asened Cuestas
La historia del Tolima se hacía
sangre cuando Asened Cuestas a penas era una niña. Y aunque han pasado muchos
años de abandonar la vereda Mateo en el Líbano, el lugar donde nació, asegura
que por nada del mundo volvería, pues en su memoria y en su corazón ha quedado
el rechazo de una injustificable guerra.
La violencia desatada por los
grupos armados en el territorio colombiano no sólo desató el terror, también
recuerdos de asesinatos, capturas y crueldad que, con el pasar de los años
siguen represados en la memoria, manifiesta Asened a sus 70 años.
Ante tanta violencia no tuvo
remedio que huir. “Yo me fui a los 10 años y llegué al pueblo (Líbano) a
trabajar como empleada doméstica, después de eso jamás regresé y tampoco volví
a ver a mi madre”.
Los años fueron pasando y sin
planear terminó “mezclada “con los violentos a lo que tanto temía.
“Yo tuve más hermanas, y el
compadre de mi cuñado era comandante de la guerrilla, me acuerdo como llegaba
con sus hombres y en un acto de crueldad les sacaban a las mujeres embarazadas
sus hijos y a los campesinos de las veredas les quitaba los dedos. Al final
tuvo que remorderle mucho la conciencia y sufrió mucho antes de morir pues casi
que ni podía comer”, señala Asened.
Pero la peor época fue en los
años 50, cuando subió al poder Gustavo Rojas Pinilla. “Parecía no existir nada
más que violencia”. Ahora, cuando han pasado tantos años el Tolima es diferente
y ha marcado una evolución del resto de departamentos.
El golpe de Estado en 1953 desató
una de las más importantes rutas que si bien para Asened fue devastadora al
prolongar un largo periodo de guerra, calmó los ánimos de los partidos
políticos que se peleaban en aquella época.
Ahora que recapitula su vida y
menciona la guerra que sumió al país en una barbarie, se ha configurado una
Colombia que si bien “no es un remanso de paz”, “ya no se escuchan los disparos
y las amenazas”, termina esta abuela, quien vive ahora en un hogar de ancianos
olvidada por su hija.
Antonio María Perdomo Sánchez
Como un pueblo grande que durante
las últimas dos décadas ha duplicado el número de carreteras y avenidas
distingue Antonio María Perdomo a su entrañable Tolima.
“Francamente estábamos llenos de
potreros, no había definición de calles y carreteras, en el caso específico de
Ibagué, el barrio Jordán no se puede ni describir con lo que tenemos ahora, es
una belleza” ,expresa.
Toda su vida manejó transporte
público lo que le permitió conocer varios lugares del Departamento y de Ibagué,
principalmente. Y agrega: “anteriormente había muchas pandillas de malhechores,
pero la cosa ha disminuido bastante, por lo menos ya pueden trabajar las
busetas y las autoridades le han puesto coto a la delincuencia”.
Para este abuelo de 82 años, los
capítulos más tristes del Tolima se relacionan con el conflicto armado. Los
días en que Chaparral, Planadas o San Antonio se convirtieron en tomas para
sucumbir en el dolor. “La vida humana es lo importante sin embargo, ellos no
tuvieron consideración”, expresó al referirse a los periodos del conflicto
armado como los actos más grandes de irracionalidad.
Hoy, al cumplirse 150 años de
vida del Departamento, más allá de los homenajes y de lo protocolario, Antonio
recuerda el compromiso de que ninguno se le puede arrebatar la vida o cohibido
de la libertad. “Que si hemos avanzado, eso es cierto, pero no olvidemos que si
bien varias zonas se han recuperado, vivimos alertados producto de tonta guerra
que ha cobrado también la vida inocente de nuestros niños y jóvenes”.
Zoila Rubio
Para Zoila Rubio, su amor por el
Tolima supone una larga lista de gratos momentos. Entre ellos uno de los que
más destaca tiene que ver con las fiestas de San Pedro, cuando la alegría se
apodera de los rostros, la música y los juegos artificiales contagian de
felicidad hasta al más de los aburridos, dice la abuela.
Desde hace cuatro meses que vive
en un hogar para ancianos, se declara unas veces feliz y otras no tanto. “Me
gusta estar aquí porque tengo varias amigas, pero a también me aburro porque
las abuelitas pelean mucho”, expresa Zoila aduciendo que no tenía a otro lugar
y que su última patrona pensó que ese era el mejor lugar para ella.
Y mientras ocupa su tiempo
deshilachando tela para hacer cojines, jugando o bailando, dice que le gustaría
que fueran más a verla y extraña cuando en su juventud iba con “un canastico
repleto de comida hasta la plaza Manuel Murillo Toro a echarle comidita a las
palomas”, luego se encontraba con algunas amigas y se iban para misa.
Margarita Carvajal
Margarita Carvajal de 80 años es
paisa, nació en Pereira pero prácticamente toda su vida la ha vivido en Ibagué.
“De joven solía salir mucho a los
bailaderos, pues me gusta bailar arto pero como todo en la vida lo bueno
también se acaba”.
Para Margarita en el caso de
Ibagué son varias de las cosas que parecen haber permanecido intactas con el
pasar del tiempo. “Aquellos vendedores que permanecían a las afueras de la
Catedral o en la plaza de la ciudad me recuerdan el ayer”, dice Margarita.
Arquitectónicamente, Ibagué no es
que haya avanzado mucho – argumenta – Más bien cree que se quedó estancada por
culpa de los malos gobiernos. Reconoce la construcción de avenidas que le
dieron un vuelco a la ciudad. Sin embargo, y pese a que muchos pensarían que
esta mujer de avanzada edad vive más pendientes de sus males que de lo que pasa
con la ciudad, opina de manera sorprendente que Ibagué podría ser “una
floreciente ciudad de negocio si se pensara más en avanzar en mejorar las
infraestructuras y aumentar las construcciones”.
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