miércoles, 21 de noviembre de 2012

Paradoja de un día

Quienes los conocimos seguramente tendremos una historia que contar. Fue fácil abrirle el corazón a quien tanto lo merecía. Y en ese recorrido repleto de buenas historias y su amor único y admirable por el Caribe, fue dejando imborrables recuerdos que hoy remueven lo más profundo del ser.

Volvió a las salas para decir adiós, sin duda el más duro en mucho tiempo. Esta vez no hubo suerte, ese factor tan misterioso, que en ocasiones se vuelve infortunio. Se rompió la esperanza de quienes en algún momento prometimos un ¡hasta pronto!

Cuando un día como hoy que amanece tan oscuro una luz me recuerda no solo a un gran contador de historias, también la calidez y la sonrisa de un maravilloso ser  que nunca me dejó de sorprender, sobre todo aquel diciembre cuando me entregó ese vino especialmente para mi papá.