jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Qué estamos haciendo los latinoamericanos?

Desde hace varios años nuestros gobiernos se han dedicado a discutir cosas del pasado, sin darse cuenta que se nos siguen pasando las oportunidades de avanzar hacia el futuro. Mientras muchos países del continente asiático innovan, nosotros (los países latinoamericanos), somos arrogantes y creemos que ya lo hemos hecho todo.

Esta reflexión me vino luego de leer el libro ¡Basta de historias! del periodista argentino Andrés Oppenheimer. En él se condensan varias ideas interesantes acerca de la educación y su contexto en Latinoamérica  frente a países como Estados Unidos y, particularmente,  del continente asiático.

Al parecer, nos hemos dedicado más a echarle flores  a las grandes universidades latinoamericanas hasta el punto de convertirlas “en las vacas sagradas de América Latina”, dice Oppenheimer  en su libro, quedando prácticamente blindadas. En una entrevista que el autor argentino le hizo a Bill Gates y de la cual hace referencia en su libro, Gates afirmó que el apoyo gubernamental y privado, la protección de la propiedad intelectual, el capital de riesgo además de otros factores son importantes para que los países incentiven la innovación, pero que la clave de todo es la educación. Algo que se refleja en las universidades estadounidenses y asiáticas, y que nosotros, pocas veces lo analizamos con detenimiento, pues mientras los estudiantes de estas universidades se sienten identificados con las instituciones y transmiten una imagen positiva hacia fuera, los latinoamericanos nos hemos quedado en juzgar el sistema educativo más por su infraestructura o el trato que se recibe que por la calidad académica.

Ahora bien, de las 200 mejores universidades que existen en el mundo, las latinoamericanas aparecen casi al final de la lista, y lo que es peor aún, según datos de la Organización de Estados Iberoamericanos, más del 57 por ciento de los estudiantes de la región latinoamericana prefieren cursar carreras asociadas a las ciencias sociales mientras que apenas el 16 por ciento cursan carreras de ingeniería y tecnología.

Es decir que existen tres psicólogos por cada ingeniero,}.  Los latinoamericanos se están  dedicando a estudiar cosas del pasado. Esto no quiere decir que sea malo, pero comparado con los países que actualmente son generadores de las investigaciones más importantes del mundo, estamos dejando a un lado las carreras que incentivan las innovaciones del futuro.

Un dato preocupante al que hace alusión el autor, solo el 2 por ciento de la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en los países latinoamericanos y caribeños, el resto se registra en países como China, India, Corea del Sur, Estados Unidos entre otros.
Una realidad que nos sumerge a reflexiones muy sencillas, ¿Qué estamos haciendo para mejorar?, ¿por qué nosotros no invertimos en investigación?, pues bien,  la conclusión de Oppenheimer es que mientras países como China y otros asiáticos está mirando hacia adelante con una visión a largo plazo, nosotros, en cambio, nos hemos quedado en el pasado.

Tal parece que nos hemos dedicado a generar investigación en el ámbito académico estatal lo cual está muy alejado de las necesidades del mercado, contrario por ejemplo a países como
China comunista donde el grueso de la investigación  está en el sector privado porque compacta con las  necesidades del mercado y en explorar las oportunidades comerciales.
Según estudios del Banco Mundial que data el texto, los bajos niveles de innovación en Latinoamérica se deben “en gran parte al hecho de que los países de la región no ofrecen suficiente seguridad jurídica, no hay capital de riego para financiar proyectos innovadores y las burocracias estatales requieren tantos trámites para abrir una nueva empresa por lo que muchas empresas desisten.”

Oppenheimer, hace muchas reflexiones  básicamente de lo que estamos haciendo los latinoamericanos, y como él mismo dice, mientras muchos políticos siguen repitiendo como “loros” viejas ideas de que sus países tiene un gran futuro gracias  a sus reservas de petróleo, agua o alimentos, la realidad de los días muestra que la economía mundial está en los productos del conocimiento y los servicios.





domingo, 4 de septiembre de 2011

El Tolima de los abuelos

Al cumplirse los 150 años de existencia del Tolima, varios abuelos rememoran el Departamento a partir de vivencias que quedaron grabadas en su memoria.
Hilda Portela

De de la melodía de Garzón y Collazos, Silva y Villalba pasando por las sinfonías de la música clásica han llegado sonidos nuevos que de repente oscurecen una juventud soñadora que se enamoraba a punta de bellas letras. Así Hilda Portela de 74 años, evoca sus años dorados con grupos musicales de su época que dieron lugar a inolvidables orquestas que al igual que ella también pasaran a la historia.
“Somos muy pocos los que nos gustan los pasillos y las guabinas, se ha perdido el interés por conservar la música vieja” explicó mientras recorre el jardín del ancianato donde hoy vive olvidada por su familia.

De Doyima, el pueblo donde nació no recuerda nada, “estaría muy pequeña cuando me fui a trabajar con una señora que necesitaba de compañía”, cuenta. Y aunque vivió siete años en Bogotá, otro tiempo en Cali probando suerte, regresó a Ibagué extrañando la calidez de la gente.
“En Cali recuerdo haber trabajado con una familia que no me trataba muy bien yo siempre decía que me regresaba para el Tolima, pero me decían que no porque era un departamento muy violento”, dice Hilda.
Sin importar los comentarios que escuchaba de su tierra Hilda regresó a trabajar como empleada doméstica con una señora que la invitó a recorrer varios municipios del Tolima entre esos Espinal.

“Me encanta la lechona ni que decir del tamal, aquí (Jardín de los abuelos) en diciembre nos dan esa comida, la disfruto mucho y me recuerda mucho ese pueblo”.
Para esta abuela sin duda, el Departamento de antes y el de ahora han marcado un cambio gigante. “La transformación urbanística que se ha vivido en los últimos años es una apuesta por la modernidad para no estar en la cola de otras regiones como Antioquia, Valle o Cundinamarca”, resalta.
Los gobiernos de los últimos tiempos han hecho una labor importantísima, por el desarrollo se la región pero hay otras consideraciones – dice Hilda que continúan cobrándole al Tolima “muchos de vida”.

“La violencia está más marcada que nunca, la gente tiene muchas creencias vanas y diversiones raras que sin uno se pone a pensar son las razones para que la gente hoy día sea menos tolerante”, expresó Hilda.

Asened Cuestas
La historia del Tolima se hacía sangre cuando Asened Cuestas a penas era una niña. Y aunque han pasado muchos años de abandonar la vereda Mateo en el Líbano, el lugar donde nació, asegura que por nada del mundo volvería, pues en su memoria y en su corazón ha quedado el rechazo de una injustificable guerra.
La violencia desatada por los grupos armados en el territorio colombiano no sólo desató el terror, también recuerdos de asesinatos, capturas y crueldad que, con el pasar de los años siguen represados en la memoria, manifiesta Asened a sus 70 años.
Ante tanta violencia no tuvo remedio que huir. “Yo me fui a los 10 años y llegué al pueblo (Líbano) a trabajar como empleada doméstica, después de eso jamás regresé y tampoco volví a ver a mi madre”.
Los años fueron pasando y sin planear terminó “mezclada “con los violentos a lo que tanto temía.
“Yo tuve más hermanas, y el compadre de mi cuñado era comandante de la guerrilla, me acuerdo como llegaba con sus hombres y en un acto de crueldad les sacaban a las mujeres embarazadas sus hijos y a los campesinos de las veredas les quitaba los dedos. Al final tuvo que remorderle mucho la conciencia y sufrió mucho antes de morir pues casi que ni podía comer”, señala Asened.
Pero la peor época fue en los años 50, cuando subió al poder Gustavo Rojas Pinilla. “Parecía no existir nada más que violencia”. Ahora, cuando han pasado tantos años el Tolima es diferente y ha marcado una evolución del resto de departamentos.
El golpe de Estado en 1953 desató una de las más importantes rutas que si bien para Asened fue devastadora al prolongar un largo periodo de guerra, calmó los ánimos de los partidos políticos que se peleaban en aquella época.
Ahora que recapitula su vida y menciona la guerra que sumió al país en una barbarie, se ha configurado una Colombia que si bien “no es un remanso de paz”, “ya no se escuchan los disparos y las amenazas”, termina esta abuela, quien vive ahora en un hogar de ancianos olvidada por su hija.


Antonio María Perdomo Sánchez
Como un pueblo grande que durante las últimas dos décadas ha duplicado el número de carreteras y avenidas distingue Antonio María Perdomo a su entrañable Tolima.
“Francamente estábamos llenos de potreros, no había definición de calles y carreteras, en el caso específico de Ibagué, el barrio Jordán no se puede ni describir con lo que tenemos ahora, es una belleza” ,expresa.
Toda su vida manejó transporte público lo que le permitió conocer varios lugares del Departamento y de Ibagué, principalmente. Y agrega: “anteriormente había muchas pandillas de malhechores, pero la cosa ha disminuido bastante, por lo menos ya pueden trabajar las busetas y las autoridades le han puesto coto a la delincuencia”.
Para este abuelo de 82 años, los capítulos más tristes del Tolima se relacionan con el conflicto armado. Los días en que Chaparral, Planadas o San Antonio se convirtieron en tomas para sucumbir en el dolor. “La vida humana es lo importante sin embargo, ellos no tuvieron consideración”, expresó al referirse a los periodos del conflicto armado como los actos más grandes de irracionalidad.
Hoy, al cumplirse 150 años de vida del Departamento, más allá de los homenajes y de lo protocolario, Antonio recuerda el compromiso de que ninguno se le puede arrebatar la vida o cohibido de la libertad. “Que si hemos avanzado, eso es cierto, pero no olvidemos que si bien varias zonas se han recuperado, vivimos alertados producto de tonta guerra que ha cobrado también la vida inocente de nuestros niños y jóvenes”.

Zoila Rubio
Para Zoila Rubio, su amor por el Tolima supone una larga lista de gratos momentos. Entre ellos uno de los que más destaca tiene que ver con las fiestas de San Pedro, cuando la alegría se apodera de los rostros, la música y los juegos artificiales contagian de felicidad hasta al más de los aburridos, dice la abuela.
Desde hace cuatro meses que vive en un hogar para ancianos, se declara unas veces feliz y otras no tanto. “Me gusta estar aquí porque tengo varias amigas, pero a también me aburro porque las abuelitas pelean mucho”, expresa Zoila aduciendo que no tenía a otro lugar y que su última patrona pensó que ese era el mejor lugar para ella.
Y mientras ocupa su tiempo deshilachando tela para hacer cojines, jugando o bailando, dice que le gustaría que fueran más a verla y extraña cuando en su juventud iba con “un canastico repleto de comida hasta la plaza Manuel Murillo Toro a echarle comidita a las palomas”, luego se encontraba con algunas amigas y se iban para misa.

Margarita Carvajal
Margarita Carvajal de 80 años es paisa, nació en Pereira pero prácticamente toda su vida la ha vivido en Ibagué.
“De joven solía salir mucho a los bailaderos, pues me gusta bailar arto pero como todo en la vida lo bueno también se acaba”.
Para Margarita en el caso de Ibagué son varias de las cosas que parecen haber permanecido intactas con el pasar del tiempo. “Aquellos vendedores que permanecían a las afueras de la Catedral o en la plaza de la ciudad me recuerdan el ayer”, dice Margarita.
Arquitectónicamente, Ibagué no es que haya avanzado mucho – argumenta – Más bien cree que se quedó estancada por culpa de los malos gobiernos. Reconoce la construcción de avenidas que le dieron un vuelco a la ciudad. Sin embargo, y pese a que muchos pensarían que esta mujer de avanzada edad vive más pendientes de sus males que de lo que pasa con la ciudad, opina de manera sorprendente que Ibagué podría ser “una floreciente ciudad de negocio si se pensara más en avanzar en mejorar las infraestructuras y aumentar las construcciones”.

lunes, 25 de julio de 2011

El reto de trabajar y ser mamá al tiempo

Las mujeres hace rato dejaron el rol de ser únicamente mamás. Ahora son vendedoras, administradoras, de hecho es usual verlas hasta conduciendo taxis o busetas.
  
 Los papeles cambiaron y es curioso ver cómo aumentan los casos de mujeres que, a pesar de tener esposo, son jefes de hogar y sostienen el mismo tras su incorporación al mercado activo.
    Y aunque todavía se habla de una sociedad machista, lo cual hace que el camino laboral de la mujer esté lleno de tropezones, en Ibagué es notorio cómo un número de profesionales han logrado situarse en puestos importantes en las administraciones públicas o de empresarias privadas y están ocupando puestos de alto rango. Por nombrar algunos ejemplos: la directora de Cortolima, Carmen Sofía Bonilla; la secretaria de Hacienda del Tolima, Olga Lucía Alfonso; la secretaría de Apoyo a la Gestión de la Alcaldía, Martha Peña; la gerente de Infibagué, Adriana Magaly Matiz, y la gerente del banco BBVA y gestora Social de Ibagué, Silvia Ortiz.
    Y aunque  cada vez cobra más fuerza la participación femenina en el mercado laboral, de acuerdo con la economista Mónica Calderón, coordinadora del programa Ibagué, Cómo Vamos,  persisten grandes diferencias entre hombres y mujeres en lo que respecta a indicadores laborales.
    Basándose en los datos del Dane para el trimestre marzo-mayo de 2011, Calderón resalta la diferencia en el ámbito nacional de la tasa global de participación de 74.5 por ciento para el caso de los hombres y del 51.9 por ciento para las mujeres. “Esto indica que todavía la mujer está dedicada a labores propias de su género, como ama de casa y cuidado del hogar. Por otra parte, mientras que la tasa de desempleo para los hombres fue de 8.6 por ciento,  para las mujeres fue de 14.6 por ciento, y consistente con estas cifras, la tasa de ocupación para los hombres fue de 68.1 por ciento, mientras que para las mujeres fue tan solo del 43.1 por ciento. “Estas cifras reflejan que las diferencias persisten y que hay que hacer más esfuerzos para mejorar el acceso de la mujer al mercado laboral”, señaló la economista.
    Datos del Observatorio de Empleo del Tolima revelan la brecha existente en la tasa de desempleo: mientras en los últimos años (2008, 2009 y 2010) la tasa de desempleo de los hombres se ubica en promedio entre el 12 y 15 por ciento, la de las mujeres sostiene un rango de entre el 18 y 20 por ciento.
    Para el economista de la Universidad del Externado Ramiro Gálvez Aldana, detrás del acceso de las mujeres al mercado laboral existe una serie de elementos claves, como la educación, que terminan por condicionar la vinculación de las mujeres al trabajo.
    “Está claramente establecido el crecimiento de la matrícula tanto en secundaria y nivel universitario, eso es una muestra de lucha a pesar de que todavía existe una gran cantidad de mano de obra más bien poco calificada que incide en cualquiera de los campos”, señaló el profesional.
    Ahora bien, ser mujer tiene un precio, lo cual implica puntos de discriminación: uno es, destaca el economista, el salario. “Estudios han demostrado que las mujeres ganan por debajo del 30 por ciento de lo que devengan los hombres, fuera del acoso sexual al que muchas se ven sometidas como resultado del  machismo”, añadió Gálvez Aldana,  reconociendo la participación femenina en distintos cargos y sus capacidades para enfrentar diferentes temas. “La Directora de Cortolima  es buen ejemplo”, reconoció.

Discriminación de género
La desocupación femenina en Ibagué es superior a la masculina. En promedio la tasa de desempleo masculina es 16.60 por ciento y la femenina de 25.63 por ciento, es decir, existe una brecha de 9.02 puntos porcentuales. En el caso del total para las áreas metropolitanas, la brecha es de 4.94 puntos, subraya una reciente investigación hecha por María Angélica Mora y Óscar Andrés Espitia Lombo, estudiantes de Economía de la Universidad del Tolima, cuyo fin es identificar, a partir de la utilización de herramientas de tipo empírico, ciertos rasgos que lleven a respaldar la hipótesis acerca de la existencia de discriminación de género en el mercado laboral de Ibagué.
Otro dato interesante que arroja este estudio es la brecha entre las remuneraciones al trabajo que perciben los hombres y las mujeres. Para el año 2008, el análisis del promedio de los salarios para el total de hombres y mujeres ocupados de la ciudad registra un diferencial a favor de ellos, siendo 19 por ciento superior al de las mujeres. El informe también añade que las mujeres trabajan en promedio más horas que los hombres (6.4 por ciento horas más) y que los años de educación promedio de hombres y mujeres ocupados en la ciudad son casi iguales (8.8 y 8.7 años, respectivamente).

¿Dónde se concentra la presencia femenina?
Señala el estudio de los estudiantes de Economía de la Universidad del Tolima que las mujeres han sufrido en mayor medida los efectos de la flexibilización laboral, dado que se encuentran sobrerrepresentadas en aquellos empleos con vínculos laborales más inestables y desobligantes, y con menor rango y jerarquía. En la capital tolimense, el trabajo por cuenta propia se ha convertido en la alternativa laboral por excelencia para las mujeres, dado que su peso en el total de la ocupación femenina, 38 por ciento, supera a la proporción de hombres ocupados bajo esa modalidad, 31.3 por ciento. Por otro lado, la posición ocupacional servicio doméstico sigue concentrando un porcentaje bastante significativo de la ocupación femenina en la ciudad de Ibagué, 10.5 por ciento en el año 2001, siendo la disminución de su peso irrisoria para el año 2008. Los hombres ubicados en esta categoría, para el último año, solamente representaban el 0.17 por ciento del total de ocupados.  Entre las personas que son analfabetas, ningún hombre se encuentra trabajando en servicios domésticos; sin embargo, el 7.61 por ciento del total de mujeres ocupadas se dedicaba a esta labor, en el año 2008. Ahora, son las mujeres con estudios incompletos de secundaria las que representan un mayor porcentaje dentro del total de ocupadas en esta posición ocupacional, registrando un 45.89 por ciento, circunstancia que mejora al terminar los estudios medios, pues disminuye su participación a 11.90 por ciento.
Si las mujeres inician la educación superior inmediatamente el porcentaje se reduce a 3.38 por ciento hasta desaparecer, cuando se encuentran en niveles superiores de escolaridad. Por tanto, se confirma la importancia de los estudios superiores para que las mujeres accedan a otras posiciones ocupacionales de mayor rango.


Política de inclusión
Así como los indicadores laborales muestran grandes diferencias entre hombres y mujeres, históricamente en materia de salarios las diferencias también se han sostenido entre los dos géneros, aduce la economista Mónica Calderón. De acuerdo con investigaciones realizadas por distintas firmas en Colombia, incluyendo el Banco de la República, titulada “Diferencias salariales en el mercado de trabajo formal en Colombia”, las mayores diferencias se presentan en el caso de los técnicos, auxiliares, obreros y operarios, lo que sugeriría que el nivel educativo también juega un papel fundamental a la hora de poder acceder al mercado laboral y a empleos de calidad. “En ese sentido se podría afirmar que una política de empleo que beneficie a las mujeres debe venir acompañada de una política educativa de mayor inclusión para este género”, indicó la experta.

¡Cuentos para grandes!

La historia de Pintocho
   
En un viejo Palacio, Berretto, un señor irreverente pero simpático, terminaba un día más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de Pinto, Berretto decidió llamarlo Pintocho.
   
 Aquella noche, Berreto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pintocho tan bonito, quiso premiar al buen Berreto, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.
  
  Feliz y muy satisfecho, Berreto mandó a Pintocho a la escuela 'La Gober', pues quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Recaman,  el grillo, consejero que le había dado el hada buena.
  
  Pero, en el camino Pintocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos de Berreto. En lugar de ir  a la escuela decidió seguir a sus nuevos amigos y se fue para una villa en Palocabildo, buscando aventuras no muy buenas.
 
   El hada procuradora  se dio cuenta que Pintocho no andaba por buen camino así que le puso un hechizo por no ir a la escuela, y lo condenó con 10 orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, le crecía la nariz. Pinocho arrepentido decidió buscar a Berretto. Supo entonces que Berretto, al salir en su búsqueda había sido tragado por una enorme ballena de viabilidad fiscal.

    Es así como termina este cuento, Pintocho convertido en burro y huérfano, sin sin su papá, y   Recamar grillo sin su palo... cabildo.

Parteras que reviven la memoria histórica de Coyaima

A sus 86 años de edad, María Ema Tique de Prada es poco lo que puede caminar. Sin embargo, acude lo más rápido que puede para atender a la paciente que en contados minutos dará a luz.
Con la práctica y usando como referencia las capacitaciones que la acreditan como una partera con experiencia, María Ema se para frente a la cama para extender sus envejecidas manos sobre el estómago de la mujer y con un suave masaje acomodar la criatura, mientras repite una y otra vez, frases que intentan apaciguar el dolor y darle tranquilidad a la madre.
“Abuelita”, como cariñosamente la llaman los habitantes del pueblo, hace 40 años que es partera. Recomienda previo al parto beber “agüitas” de yerbabuena, canela o de hoja de naranjo, “eso ayuda a que el nacimiento sea rápido y menos doloroso”, dice la anciana. Cuando el bebé está atravesado -dice la partera-, se tantea para saber dónde está la cabeza y los pies, y si están sentados, “con modito se le va dando la vuelta, cuando ya se quedan quietos, uno sabe que la ubicación es la perfecta para el nacimiento”.
Hoy día, María Ema ve pasar por las calles de Coyaima centenares de personas, ya con hijos y nietos, que alguna vez recibieron sus brazos.

Hombres de Chenche Amayarco
A cuatro kilómetros del casco urbano, separado por una carretera intransitable en la que apenas logran pasar las bicicletas, está el resguardo Chenche Amayarco. Un lugar donde viven cerca de mil 500 familias indígenas, ahí la procreación es casi que permanente. Tiberio Poloche, un hombre de 52 años, es el encargado de hacer los controles en esta comunidad porque sus otros dos compañeros ya están demasiado viejos para atender a las mujeres embarazadas de Amayarco. “Llevo 15 años atendiendo casos. Soy el
encargado de hacer los controles y preparar a las mamás por medio de masajes acomodando al pequeño para luego remitirlas al hospital”, comenta.
Aunque para los médicos profesionales, esta práctica es inviable porque, según ellos, no es una técnica medicinalmente recomendable, para la comunidad indígena el éxito del nacimiento consiste en acomodar al bebé días antes y minutos previos a su llegada y prepararlo para que por primera respire el aire.

La llegada

Un alcohol, una tijera cortante y unos hilos son los tres elementos básicos que tiene cualquier partero o partera de Coyaima en su casa.
Tan pronto nace el niño, se procede a que tome agua con azúcar según Poloche para prevenir
cualquier clase de infección. Mientras tanto, durante los días siguientes la mujer deberá tomar el agua de estiércol de chivo para evitar una hemorragia. Para Tiberio, los casos más complicados se presentan con las primerizas, “es entonces cuando el partero debe saber que tan recomendable es tener el bebé en el campo o mejor remitirla al hospital, pues hoy en día la gente no se alimenta como antes, por eso hay mujeres tan débiles que no resisten y es mejor que las vea el médico del pueblo”, asegura. Para que el niño nazca pronto, comenta el partero, es importante calentar a la madre, “usamos un traguito de aguardiente y con eso
los cuerpos de ambos reaccionan”.
El 60 por ciento de las mujeres indígenas de la comunidad Chenche Amayarco, evitan ir a parir en el hospital porque según sus experiencias son lastimadas con masajes bruscos por los encargados, los cuales buscan sin piedad la salida de la placenta.
“Lo que hacemos en Amayarco es ponerlas a soplar una botella y así sale el resto del cordón” Además por la distancia el servicio de transporte es escaso, “hemos tenido casos donde por medio hamacas las hemos bajado hasta el hospital”.

Un rezo antes del parto
Antes de comenzar con el nacimiento, Tiberio Poloche encomienda el momento al Dios de la naturaleza, luego invoca a los espíritus y continúa con un rezo para que el bebé que viene en camino llegue dichoso en salud.

El mal de ojo y los espíritus
Cuentan los indígenas de Coyaima que para librar a los niños del mohán y la mohana, dos espíritus malignos de apariencia bella que se manifi estan en los charcos hondos, es necesario ahumar a los niños con una fumarada de tabaco, luego el pequeño se ata y se reza para apartarlo de la maldad y la enfermedad. También es conocido ligar al bebé para evitar el mal de ojo. “Hay gente que se enamora de ellos hasta que los enferma”, sostiene Rosalía Poloche. Entonces es cuando con un azabache de diferente forma eso depende si es niño o niña y amarrado con una cuerdita a la muñeca se reza en nombre del hijo.

El adagio al agua: mal de coco
Aunque los tiempos han cambiado, aún en las comunidades indígenas las creencias ancestrales se conservan. De acuerdo con Rosalía Poloche, una indígena de Amayarco, al recién nacido se le debe curar con cabalonga y cedrón para que al momento de pasar por una quebrada, el adagio al agua llamado mal de coco no los persiga
.
“Es como un viento que les coge a los niños en el estómago, les produce dolor, fi ebre y desesperación hasta que mueren”, asegura. Testimonios de coyaimunos afirman que muchos niños han muerto
de este mal, y que en el hospital no tienen la cura para esta enfermedad. Es entonces, cuando recurren a las parteras ancianas para que éstas con un menjurje de aceite, tabaco, zasafrán y limoncillo soben al bebé y sea librado