lunes, 25 de julio de 2011

El reto de trabajar y ser mamá al tiempo

Las mujeres hace rato dejaron el rol de ser únicamente mamás. Ahora son vendedoras, administradoras, de hecho es usual verlas hasta conduciendo taxis o busetas.
  
 Los papeles cambiaron y es curioso ver cómo aumentan los casos de mujeres que, a pesar de tener esposo, son jefes de hogar y sostienen el mismo tras su incorporación al mercado activo.
    Y aunque todavía se habla de una sociedad machista, lo cual hace que el camino laboral de la mujer esté lleno de tropezones, en Ibagué es notorio cómo un número de profesionales han logrado situarse en puestos importantes en las administraciones públicas o de empresarias privadas y están ocupando puestos de alto rango. Por nombrar algunos ejemplos: la directora de Cortolima, Carmen Sofía Bonilla; la secretaria de Hacienda del Tolima, Olga Lucía Alfonso; la secretaría de Apoyo a la Gestión de la Alcaldía, Martha Peña; la gerente de Infibagué, Adriana Magaly Matiz, y la gerente del banco BBVA y gestora Social de Ibagué, Silvia Ortiz.
    Y aunque  cada vez cobra más fuerza la participación femenina en el mercado laboral, de acuerdo con la economista Mónica Calderón, coordinadora del programa Ibagué, Cómo Vamos,  persisten grandes diferencias entre hombres y mujeres en lo que respecta a indicadores laborales.
    Basándose en los datos del Dane para el trimestre marzo-mayo de 2011, Calderón resalta la diferencia en el ámbito nacional de la tasa global de participación de 74.5 por ciento para el caso de los hombres y del 51.9 por ciento para las mujeres. “Esto indica que todavía la mujer está dedicada a labores propias de su género, como ama de casa y cuidado del hogar. Por otra parte, mientras que la tasa de desempleo para los hombres fue de 8.6 por ciento,  para las mujeres fue de 14.6 por ciento, y consistente con estas cifras, la tasa de ocupación para los hombres fue de 68.1 por ciento, mientras que para las mujeres fue tan solo del 43.1 por ciento. “Estas cifras reflejan que las diferencias persisten y que hay que hacer más esfuerzos para mejorar el acceso de la mujer al mercado laboral”, señaló la economista.
    Datos del Observatorio de Empleo del Tolima revelan la brecha existente en la tasa de desempleo: mientras en los últimos años (2008, 2009 y 2010) la tasa de desempleo de los hombres se ubica en promedio entre el 12 y 15 por ciento, la de las mujeres sostiene un rango de entre el 18 y 20 por ciento.
    Para el economista de la Universidad del Externado Ramiro Gálvez Aldana, detrás del acceso de las mujeres al mercado laboral existe una serie de elementos claves, como la educación, que terminan por condicionar la vinculación de las mujeres al trabajo.
    “Está claramente establecido el crecimiento de la matrícula tanto en secundaria y nivel universitario, eso es una muestra de lucha a pesar de que todavía existe una gran cantidad de mano de obra más bien poco calificada que incide en cualquiera de los campos”, señaló el profesional.
    Ahora bien, ser mujer tiene un precio, lo cual implica puntos de discriminación: uno es, destaca el economista, el salario. “Estudios han demostrado que las mujeres ganan por debajo del 30 por ciento de lo que devengan los hombres, fuera del acoso sexual al que muchas se ven sometidas como resultado del  machismo”, añadió Gálvez Aldana,  reconociendo la participación femenina en distintos cargos y sus capacidades para enfrentar diferentes temas. “La Directora de Cortolima  es buen ejemplo”, reconoció.

Discriminación de género
La desocupación femenina en Ibagué es superior a la masculina. En promedio la tasa de desempleo masculina es 16.60 por ciento y la femenina de 25.63 por ciento, es decir, existe una brecha de 9.02 puntos porcentuales. En el caso del total para las áreas metropolitanas, la brecha es de 4.94 puntos, subraya una reciente investigación hecha por María Angélica Mora y Óscar Andrés Espitia Lombo, estudiantes de Economía de la Universidad del Tolima, cuyo fin es identificar, a partir de la utilización de herramientas de tipo empírico, ciertos rasgos que lleven a respaldar la hipótesis acerca de la existencia de discriminación de género en el mercado laboral de Ibagué.
Otro dato interesante que arroja este estudio es la brecha entre las remuneraciones al trabajo que perciben los hombres y las mujeres. Para el año 2008, el análisis del promedio de los salarios para el total de hombres y mujeres ocupados de la ciudad registra un diferencial a favor de ellos, siendo 19 por ciento superior al de las mujeres. El informe también añade que las mujeres trabajan en promedio más horas que los hombres (6.4 por ciento horas más) y que los años de educación promedio de hombres y mujeres ocupados en la ciudad son casi iguales (8.8 y 8.7 años, respectivamente).

¿Dónde se concentra la presencia femenina?
Señala el estudio de los estudiantes de Economía de la Universidad del Tolima que las mujeres han sufrido en mayor medida los efectos de la flexibilización laboral, dado que se encuentran sobrerrepresentadas en aquellos empleos con vínculos laborales más inestables y desobligantes, y con menor rango y jerarquía. En la capital tolimense, el trabajo por cuenta propia se ha convertido en la alternativa laboral por excelencia para las mujeres, dado que su peso en el total de la ocupación femenina, 38 por ciento, supera a la proporción de hombres ocupados bajo esa modalidad, 31.3 por ciento. Por otro lado, la posición ocupacional servicio doméstico sigue concentrando un porcentaje bastante significativo de la ocupación femenina en la ciudad de Ibagué, 10.5 por ciento en el año 2001, siendo la disminución de su peso irrisoria para el año 2008. Los hombres ubicados en esta categoría, para el último año, solamente representaban el 0.17 por ciento del total de ocupados.  Entre las personas que son analfabetas, ningún hombre se encuentra trabajando en servicios domésticos; sin embargo, el 7.61 por ciento del total de mujeres ocupadas se dedicaba a esta labor, en el año 2008. Ahora, son las mujeres con estudios incompletos de secundaria las que representan un mayor porcentaje dentro del total de ocupadas en esta posición ocupacional, registrando un 45.89 por ciento, circunstancia que mejora al terminar los estudios medios, pues disminuye su participación a 11.90 por ciento.
Si las mujeres inician la educación superior inmediatamente el porcentaje se reduce a 3.38 por ciento hasta desaparecer, cuando se encuentran en niveles superiores de escolaridad. Por tanto, se confirma la importancia de los estudios superiores para que las mujeres accedan a otras posiciones ocupacionales de mayor rango.


Política de inclusión
Así como los indicadores laborales muestran grandes diferencias entre hombres y mujeres, históricamente en materia de salarios las diferencias también se han sostenido entre los dos géneros, aduce la economista Mónica Calderón. De acuerdo con investigaciones realizadas por distintas firmas en Colombia, incluyendo el Banco de la República, titulada “Diferencias salariales en el mercado de trabajo formal en Colombia”, las mayores diferencias se presentan en el caso de los técnicos, auxiliares, obreros y operarios, lo que sugeriría que el nivel educativo también juega un papel fundamental a la hora de poder acceder al mercado laboral y a empleos de calidad. “En ese sentido se podría afirmar que una política de empleo que beneficie a las mujeres debe venir acompañada de una política educativa de mayor inclusión para este género”, indicó la experta.

¡Cuentos para grandes!

La historia de Pintocho
   
En un viejo Palacio, Berretto, un señor irreverente pero simpático, terminaba un día más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de Pinto, Berretto decidió llamarlo Pintocho.
   
 Aquella noche, Berreto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pintocho tan bonito, quiso premiar al buen Berreto, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.
  
  Feliz y muy satisfecho, Berreto mandó a Pintocho a la escuela 'La Gober', pues quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Recaman,  el grillo, consejero que le había dado el hada buena.
  
  Pero, en el camino Pintocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos de Berreto. En lugar de ir  a la escuela decidió seguir a sus nuevos amigos y se fue para una villa en Palocabildo, buscando aventuras no muy buenas.
 
   El hada procuradora  se dio cuenta que Pintocho no andaba por buen camino así que le puso un hechizo por no ir a la escuela, y lo condenó con 10 orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, le crecía la nariz. Pinocho arrepentido decidió buscar a Berretto. Supo entonces que Berretto, al salir en su búsqueda había sido tragado por una enorme ballena de viabilidad fiscal.

    Es así como termina este cuento, Pintocho convertido en burro y huérfano, sin sin su papá, y   Recamar grillo sin su palo... cabildo.

Parteras que reviven la memoria histórica de Coyaima

A sus 86 años de edad, María Ema Tique de Prada es poco lo que puede caminar. Sin embargo, acude lo más rápido que puede para atender a la paciente que en contados minutos dará a luz.
Con la práctica y usando como referencia las capacitaciones que la acreditan como una partera con experiencia, María Ema se para frente a la cama para extender sus envejecidas manos sobre el estómago de la mujer y con un suave masaje acomodar la criatura, mientras repite una y otra vez, frases que intentan apaciguar el dolor y darle tranquilidad a la madre.
“Abuelita”, como cariñosamente la llaman los habitantes del pueblo, hace 40 años que es partera. Recomienda previo al parto beber “agüitas” de yerbabuena, canela o de hoja de naranjo, “eso ayuda a que el nacimiento sea rápido y menos doloroso”, dice la anciana. Cuando el bebé está atravesado -dice la partera-, se tantea para saber dónde está la cabeza y los pies, y si están sentados, “con modito se le va dando la vuelta, cuando ya se quedan quietos, uno sabe que la ubicación es la perfecta para el nacimiento”.
Hoy día, María Ema ve pasar por las calles de Coyaima centenares de personas, ya con hijos y nietos, que alguna vez recibieron sus brazos.

Hombres de Chenche Amayarco
A cuatro kilómetros del casco urbano, separado por una carretera intransitable en la que apenas logran pasar las bicicletas, está el resguardo Chenche Amayarco. Un lugar donde viven cerca de mil 500 familias indígenas, ahí la procreación es casi que permanente. Tiberio Poloche, un hombre de 52 años, es el encargado de hacer los controles en esta comunidad porque sus otros dos compañeros ya están demasiado viejos para atender a las mujeres embarazadas de Amayarco. “Llevo 15 años atendiendo casos. Soy el
encargado de hacer los controles y preparar a las mamás por medio de masajes acomodando al pequeño para luego remitirlas al hospital”, comenta.
Aunque para los médicos profesionales, esta práctica es inviable porque, según ellos, no es una técnica medicinalmente recomendable, para la comunidad indígena el éxito del nacimiento consiste en acomodar al bebé días antes y minutos previos a su llegada y prepararlo para que por primera respire el aire.

La llegada

Un alcohol, una tijera cortante y unos hilos son los tres elementos básicos que tiene cualquier partero o partera de Coyaima en su casa.
Tan pronto nace el niño, se procede a que tome agua con azúcar según Poloche para prevenir
cualquier clase de infección. Mientras tanto, durante los días siguientes la mujer deberá tomar el agua de estiércol de chivo para evitar una hemorragia. Para Tiberio, los casos más complicados se presentan con las primerizas, “es entonces cuando el partero debe saber que tan recomendable es tener el bebé en el campo o mejor remitirla al hospital, pues hoy en día la gente no se alimenta como antes, por eso hay mujeres tan débiles que no resisten y es mejor que las vea el médico del pueblo”, asegura. Para que el niño nazca pronto, comenta el partero, es importante calentar a la madre, “usamos un traguito de aguardiente y con eso
los cuerpos de ambos reaccionan”.
El 60 por ciento de las mujeres indígenas de la comunidad Chenche Amayarco, evitan ir a parir en el hospital porque según sus experiencias son lastimadas con masajes bruscos por los encargados, los cuales buscan sin piedad la salida de la placenta.
“Lo que hacemos en Amayarco es ponerlas a soplar una botella y así sale el resto del cordón” Además por la distancia el servicio de transporte es escaso, “hemos tenido casos donde por medio hamacas las hemos bajado hasta el hospital”.

Un rezo antes del parto
Antes de comenzar con el nacimiento, Tiberio Poloche encomienda el momento al Dios de la naturaleza, luego invoca a los espíritus y continúa con un rezo para que el bebé que viene en camino llegue dichoso en salud.

El mal de ojo y los espíritus
Cuentan los indígenas de Coyaima que para librar a los niños del mohán y la mohana, dos espíritus malignos de apariencia bella que se manifi estan en los charcos hondos, es necesario ahumar a los niños con una fumarada de tabaco, luego el pequeño se ata y se reza para apartarlo de la maldad y la enfermedad. También es conocido ligar al bebé para evitar el mal de ojo. “Hay gente que se enamora de ellos hasta que los enferma”, sostiene Rosalía Poloche. Entonces es cuando con un azabache de diferente forma eso depende si es niño o niña y amarrado con una cuerdita a la muñeca se reza en nombre del hijo.

El adagio al agua: mal de coco
Aunque los tiempos han cambiado, aún en las comunidades indígenas las creencias ancestrales se conservan. De acuerdo con Rosalía Poloche, una indígena de Amayarco, al recién nacido se le debe curar con cabalonga y cedrón para que al momento de pasar por una quebrada, el adagio al agua llamado mal de coco no los persiga
.
“Es como un viento que les coge a los niños en el estómago, les produce dolor, fi ebre y desesperación hasta que mueren”, asegura. Testimonios de coyaimunos afirman que muchos niños han muerto
de este mal, y que en el hospital no tienen la cura para esta enfermedad. Es entonces, cuando recurren a las parteras ancianas para que éstas con un menjurje de aceite, tabaco, zasafrán y limoncillo soben al bebé y sea librado