jueves, 26 de marzo de 2015

Comunicación más allá de la retórica de la democracia y la política

Las articulaciones democráticas, los modos de producción, la forma de construcción y despliegue de las políticas públicas incidirán necesariamente en las transformaciones del espacio público y las comunicaciones. Pero también estas transformaciones influirán en ellos."
Capítulo II: Una visión de desarrollo, pág. 9

La evolución de la comunicación así como la modernización de las sociedades siempre han estado estrechamente ligadas con la dinámica de la política y los intereses de las élites económicas. Esta combinación es lo que ha permitido dar origen a sistemas de organización parcializados y formas de comunicar  a partir de una masificación de los medios y un control absoluto de contenidos, garantizando a la burguesía, que por lo general comparte el poder con la aristocracia de la clase política, emitir mensajes de amplia difusión.
Desde el siglo XIX se empezó a establecer un nexo inseparable entre comunicación y política como un dúo al servicio del interés del Estado y las decisiones de política pública. Particularmente en esta última, el rol fundamental de los medios debe consistir en promover la participación ciudadana y dar a conocer de manera eficiente los temas del mayor y más amplio interés. No obstante, gran parte de la corruptela política se origina por el desconocimiento de las dinámicas en materia de políticas públicas y por ende de la lógica sobre las que estas deben funcionar ante la ley.

Durante la primera mitad del siglo XX, el Estado asumió la responsabilidad de gestionar el desarrollo del conocimiento desde la esfera pública, digamos que el modelo keynesiano del Estado de bienestar se perfiló a esta concepción; sin embargo, este modelo ha experimentado una transformación sustancial durante los últimos años, debido a cambios profundos en el papel del Estado y en los intereses de los grupos económicos, lo que ha llevado a crear una brecha entre el beneficio de una sociedad y el beneficio financiero de un grupo reducido, pero poderoso: un tema de desigualdad.

Un concepto que se agrava y choca con la democracia, que debería tener una lógica política de igualdad; en este sentido, el término de desigualdad cobra mayor importancia y es necesario conocer las causas que la originan y qué tanto tiene que ver el capitalismo y la política pública.

El economista Armando Di Filippo asegura que el concepto de capitalismo se aceptó como tipo ideal de sistemas económicos imperantes tanto en las sociedades desarrolladas como en el orden internacional de posguerra. A pesar de partir de este conocimiento acumulado sobre el capitalismo, su impacto en las sociedades periféricas se examinó de manera autónoma arriesgando nociones “abiertas” como “semicapitalismo”, además de “precapitalismo” para provocar discusiones conceptuales, que animarían el debate sociológico de los años 60 y 70  y que más tarde se traducirían, por el propio Prebisch, en sus versiones sobre lo que denominó el “capitalismo periférico”.
Lo mismo aconteció, en el ámbito de la sociología política latinoamericana, con la otra gran categoría de las sociedades contemporáneas de occidente: el concepto de democracia.

También aquí a pesar del conocimiento acumulado sobre la categoría democracia, tanto el proveniente de la antigüedad clásica como de la modernidad, el impacto de las instituciones democráticas en las sociedades periféricas, debió ser reexaminado por la ELD (Escuela Latinoamericana de Desarrollo) de manera autónoma, dando lugar a modalidades específicas y a desviaciones respecto de sus tipos ideales clásicos y modernos, que son características de América Latina: (populismo, burocratismo, autoritarismo, clientelismo, personalismo, caudillismo, etc.) enérgicamente rescatadas en los trabajos fundacionales de José Medina Echavarría quien, junto con Prebisch, fue el gran artífice en la formulación de los temas y problemas tratados por ELD (Di Filippo, 2007: p.128).
En los años 70, junto con el endurecimiento de las estrategias de Estados Unidos respecto de América Latina, se produce la represión de las turbulencias sociales de dos décadas anteriores y, la instalación de dictaduras militares en toda América Latina, Chile es un ejemplo de esto. Esta coyuntura histórica genera las condiciones para el comienzo de modelos económicos abiertos, afines con una lógica de mercado y con creciente participación de los sectores privados, especialmente de las empresas transnacionales. En el caso chileno, durante la dictadura  militar, este proceso significó una reducción de las estructuras y funciones del Estado.

Para los años 80 retorna el concepto de democracia, y la consolidación de las estructuras económicas del capitalismo planteadas a escala global. Tras las distintas modalidades de la denominada guerra sucia en las que el terrorismo de Estado se enfrentó con la revolución de izquierda para "aplastarlo a sangre y fuego", se logró el restablecimiento de las instituciones de la democracia latinoamericana tal como ellas estaban registradas en las cartas constitucionales que estaban suspendidas pero no suprimidas durante el período de las dictaduras militares. 
Este periodo se le llamó la década pérdida en términos económicos por la depresión económica que propinó el golpe de gracia al proceso de desarrollo protegido heredado de la posguerra; sin embargo, los 80 también fue considerada una década ganada en el campo político, reinstalando los regímenes democráticos. A comienzos de los años 90, un escenario distinto se ofrecía a las reflexiones sobre el desarrollo.
Por otra parte, el concepto de democracia relevó aspectos como eficiencia, trasparencia y equidad, dejando en un segundo orden lo relativo a control social, interculturalidad y sustentabilidad, entre otros aspectos (S.a; s.f.) (Capítulo III. Transformación del espacio público y las comunicaciones).
Durante esta década el debate también se centró el debate en la brecha de la equidad con énfasis en las inequidades económicas. La posibilidad de superar la heterogeneidad estructural de América Latina.
En este proceso la Cepal jugó un papel en sus reflexiones de tipo económico, y social. En su documento 'La hora de la desigualdad Cepal: brechas por cerrar, caminos por abrir', propone políticas públicas muy concretas en torno a la necesidad de reducir la brecha de desigualdad más allá de las meras recomendaciones.
No solo describe la brecha de la productividad en América Latina frente a otros países del continente oriental, sino el papel del Estado en el ámbito de la productividad y hacia dónde debería estar orientando sus políticas.
Es en este sentido, la lucha contra la desigualdad se ha convertido en uno de los temas más importantes en los países de América Latina a partir de políticas públicas tendientes a reducir la brecha. Dichas políticas se fundamentan de los ciudadanos, de sus necesidades y el qué hacer de manera táctica para brindar un bienestar más equitativo.
Carlos Sojo en el texto: 'La modernización sin Estado: el destino privado de las políticas públicas', señala que toda política pública, en especial las dirigidas al desarrollo social, supone políticas de reducción de pobreza, pero no toda intervención para reducir pobreza contiene un programa de desarrollo social ni puede considerarse una política pública. De hecho, una consecuencia no deseada del énfasis en las acciones gubernamentales antipobreza en las últimas décadas es el deterioro significativo de las políticas orientadas a la generación de movilidad social intergeneracional, principalmente en el plano educativo y en lo relativo a la calidad y la cobertura de la enseñanza media.

Así pues, la política democrática, por mucho que sea un recurso usual de toda clase de retóricas, no puede ser menospreciada. Necesita de mecanismos institucionales que garanticen no solamente la formulación de leyes, sino su exigibilidad y su respeto por parte, especialmente, de agentes gubernamentales y gerentes privados. Tampoco puede ignorar la importancia de la formación democrática de demandas sociales (Sojo; 2004, p. 152).
Es por eso que la comunicación es un aspecto central de estas transformaciones, las que inundan todos los aspectos de la vida, además de las decisiones de producción, los niveles de precios y los procesos de mutación de la industria cultural, entre otros asuntos.
En Chile, y en general en América Latina, existe cierta similitud entre la jerarquización de la agenda mediática y el organigrama político. La cercanía del vinculo directo, entre los medios de comunicación y la clase política se hace evidente, no solo en el volumen de noticias diarias relacionadas con en este ámbito, sino además por detalles como la frecuencia de consulta de fuentes oficiales e incluso el lenguaje con el cual los periodistas se refieren a estos.
Lo que se denomina organigrama político, no se refiere únicamente a la división de las ramas del poder estatal en funcionarios-gobernantes de las ramas legislativa, ejecutiva y judicial, sino en el orden de influencia, la frecuencia y la capacidad con las que esferas como la económica, la religiosa, la académica, la seguridad nacional o el deporte, son capaces de desplazar el imaginario de relevancia de una manera tal que son capaces de opacar la intención de deliberación del público frente a temas de mayor interés o impacto en términos generales.

La acción de comunicar en medios
Podría afirmarse que la relevancia de una noticia se limita al interés de la esfera política de que se conozcan o no los hechos relevantes que en ella ocurren, y no al derecho que tiene el público de estar informado. Así las cosas, el ambiente de confianza y de popularidad generado por este tipo de actitudes no es el mejor.
Es por eso que un público con mayor cantidad de fuentes informativas es un público con una posibilidad mayor de intervenir de manera positiva en su entorno global, mediante la participación en debates y ajustes de las políticas públicas y sus potenciales efectos. En general el poder decisorio de una comunidad sigue residiendo en la calidad y en la cantidad de información a la que puede acceder para transformar su propia realidad.
La finalidad del producto comunicativo de masas tiene más la función de convencer y reafirmar (perpetuar el estado actual de las cosas), que de analizar a profundidad una situación y sus causas, decir la verdad o hablar de un tema del mayor interés para el público. El orden de relevancia de los temas que se tratan en los mensajes va directamente asociado a la agenda de compromisos e intereses particulares. Quien es dueño de un medio, interpreta el hecho, maneja la manera (el sentido) en el que debe entenderse y por ende, argumenta la actitud que se debe tomar frente a una situación semejante, lo cual da al traste con la supuesta imparcialidad que deben conservar los medios. 

Se trata de un método de dominación evidente pero cómodo que le permite al consumidor librarse de responsabilidades y culpas por el presente que vive. Un medio, especialmente los oficialistas, matizan las relaciones de poder, al musicalizar y proyectar la imagen carismática de los gobernantes, haciendo ver como humanista al peor de los tiranos, como en el caso de Hitler. La función principal de los productos culturales de consumo masivo es genera la sensación de corresponsabilidad y de coherencia cultural entre gobernantes y gobernados.

Para nadie es un secreto que la comunicación de masas hace parte del sistema educativo de un país. La comunicación de masas es la encargada de rellenar el vacío contextual que deja la escuela y su método netamente expositivo y acrítico, saturado de fechas, datos y hechos aislados. Pretender que un joven entienda la relación entre el pasado y hechos cotidianos del presente es casi pedirle que baje el cielo con las manos. Esto ocurre porque la escuela enseña pero ni explica ni educa, pero la televisión por ejemplo sí.
La principal habilidad que tuvieron los burgueses pioneros de la comunicación mediatizada a comienzos del siglo XX, fue la de resolver diplomáticamente pero de tajo la cuestión de la ambigüedad política que padecía el público de aquella época. No en vano la mayor herencia que recibió Latinoamérica de aquella escuela primeriza de comunicadores- comunicólogos, es la del oficialismo mediático. En este contexto los términos, politizar, polarizar y popularizar funcionaron y funcionan como sinónimos.

Frente a la vieja concepción meramente táctica de la democracia y puramente reproductiva de la cultura y la comunicación, democratizar nuestra sociedad significa hoy trabajar en el espesor de la trama cultural y comunicativa de la política. Pues ni la productividad de la política es separable de las batallas que se libran en el terreno simbólico, ya que es ahí donde se produce el sentido de lo social, el del reconocimiento mutuo, ni el carácter participativo de la democracia es hoy real por fuera de los modos y escenarios de la comunicación masiva (Barbero, 2002: p. 323).
Reducir los elementos ideológicos y políticos al discurso elaborado en términos sencillos, expropiando al pueblo de sus expresiones populares propias y re interpretándolas para devolvérselas a manera de propaganda a través de los medios, es una estrategia de acercamiento que difumina tanto la intención del mensaje como las diferencias sociales entre emisor y receptor. No hace mucho, en nuestro país encontrábamos un presidente disfrazado de campesino tomando tinto sobre un caballo como cualquier arriero paisa (caso colombiano), haciendo uso de las expresiones más coloquiales de su tierra natal. La mixtura que resulta sin embargo, de mezclar expresiones culturales populares con el discurso político genera la aceptación consensuada de las relaciones de poder. Genera lo que algunos sociólogas llaman “identidad”.

En conclusión, el conjunto de prácticas que efectúan los medios masivos están encaminadas a comunicar lo que conviene, a educar sin enseñar y a politizar, polarizar y popularizar en la cultura pro oficialista. La existencia de públicos críticos que llegan a convertirse en verdaderos iconoclastas hace parte de una especie en crecimiento constante, sin insinuar que alguna vez llegaran a ser una mayoría. Solo nuevas prácticas culturales darán los elementos faltantes.
Por: JPP

domingo, 1 de marzo de 2015

La información periodística en el marco latinoamericano


Surge la necesidad de abrir el debate sobre la existencia de “un claro y deteriorado hecho de la información y la comunicación en función de una opinión pública sólidamente constituida”, tal y como lo afirma el escritor y teórico de la comunicación argentino, Aníbal Ford en su texto “Resto del mundo”, en relación con el protagonismo que ha venido adquiriendo en los últimos años y, particularmente en América Latina, el infroentrenimiento en la “agenda noticiosa”.

 Para empezar, es necesario reconocer que la noticia surge de la necesidad de comunicar algo, un proceso que por años ha consistido en usar los discursos verbales y no verbales y atravesar de manera transversal, como lo señala Stella Martini en su libro ‘Periodismo, noticia y noticiabilidad’, las prácticas de las sociedades.

Para Martini, esta definición presupone un proceso de retroalimentación que “excluye toda consideración del circuito de la comunicación como lineal, y reconoce al público como actor en la producción de significados”, dice. Finalmente, es el público quien da sentido o vida a esos mensajes transmitidos por medio de una subjetividad la cual está conformada de vivencias, estilos de vida dentro de una sociedad y una cultura determinada; en otras palabras un mensaje depende de un contexto, un momento y una cultura.

Es por eso que construir los acontecimientos para la socialización y la constitución de la opinión pública implica “un alto grado de responsabilidad por la capacidad de alcance y naturalización de los discursos massmediáticos”, subraya Stella Martini.

Así mismo, señala cómo el trabajo de periodista se desarrolló, en su mayoría, “en un contexto de sociedades de crisis, de fuertes transformaciones socioestructurales y de una tensión constante entre las noticias que producen y el estado de la opinión pública, por una parte, y en una relación conflictiva con el poder político y económico. (Martini, 2.000: 25).

Incluso, a lo largo de la historia hemos visto cómo diferentes sucesos que marcaron historia en el mundo, trasformaron la manera de ver el periodismo, realzando la profundidad de lo narrado, sin dejar espacio para la ficción, pues tanto los personajes como los hechos deben ser reales.

En el marco latinoamericano, no es fácil explicar la evolución de las noticias; sin embargo, las distintas doctrinas y teorías provenientes de otros países, así como la aparición de nuevos pensamientos, hicieron del drama, las tradiciones, las letras, las costumbres, la economía y la gramática misma de la lengua, la mayor fuente de riqueza de la comunicación.

El reconocimiento de una realidad camino a la globalización y los grandes cambios en materia cultural, no son ajenos a la urgencia de articular la información, la comunicación y la cultura, ¿pero, cómo hacerlo de forma adecuada? Muy acertado resulta Aníbal Ford al decir en su texto ‘Resto del mundo’, que uno de los ejes de esta problemática es la relación entre la información y una de sus zonas de mayor condensación: la noticia, teniendo en cuenta su larga persistencia y la forma en que se generó a mediados del siglo XIX, durante la urbanización, la revolución industrial y esa etapa de la modernidad.

Así pues en el estado ideal de lo que es noticia, habría que definirla como aquella que rompe con lo cotidiano y revela lo desconocido. Su importancia debe ser tan alta que debe interesar a un amplio grupo de personas y responder, de acuerdo con Stella Martini, a los criterios de novedad, imprevisibilidad, excepcionalidad, relevancia, jerarquía de los protagonistas y efectos en el futuro.

Al tomar en cuenta los valores que rigen la noticiabilidad, “la noticia puede ser definida como la construcción periodística de un acontecimiento cuya novedad, imprevisibilidad y efectos futuros sobre la sociedad lo ubican públicamente para su reconocimiento”, dice Martini.

 Según la autora, en la noticia se estudian las formas en que se legitima y naturaliza como discurso ante la opinión pública los discursos, los criterios de noticiabilidad a los que corresponde y bajo qué clasificación aparece los sentidos posibles construidos, y la conexión con las series de representaciones que circulan en la sociedad.

Es así, pues, que el punto de partida de la noticia son los acontecimientos, los cuales marcan una ruptura en la historia diaria y que son noticiables en un momento determinado.

Entre los valores más importantes de las noticias están la novedad, originalidad, evolución futura de acontecimientos, importancia y gravedad, proximidad geográfica del hecho a la sociedad, magnitud por la cantidad de personas o lugares implicado, incluso la jerarquía de los personajes.

Stella Martini y Lila Luchesii, en el capítulo III del texto ‘Noticia y agenda: el periodismo en acción’, coinciden en que la noticia desplaza el hecho y ocupa desde su propia relevancia, lograda por el trabajo de construcción, el espacio mediático. “El trabajo depende del tipo de suceso, es decir, hay modalidades que se aplican habitualmente para los temas y las series de acontecimientos, para, para la nota que sale en un bloque o una sección determinados, describen.

Según las autoras, los acontecimientos que se hacen públicos tienen el carácter de imprevistos y de excepcionales. Esto es, la noticia es el relato de la excepción de un acontecimiento fuera de serie que desarma  la repetición cotidiana de la vida en una sociedad, del mundo, y lo lleva a las tapas de los diarios, a la pantalla televisiva, al aire de la radio.

“Otras veces un acontecimiento se transforma en un tema que se instala en la agenda del medio y constituye una serie como el de las migraciones pobres o el del desempleo en los sectores más jóvenes de la población” (Martini, Luchesii, p. 38).

En función de informar, las fuentes juegan un papel fundamental en las noticias. Son las herramientas indispensables para la construcción de la misma. La mezcla ideal entre lo real y lo objetivo, la sensibilidad y el interés ante un hecho. La noticia por su condición contiene elementos valorativos que intenta reflejar lo acaecido dando fechas, datos exactos, y por su puesto un relato lo más cercano posible de la verdad.

Para Stella Martini y Lila Luchesii, las principales fuentes de información que por lo general suelen ser  los actores de los acontecimientos, necesitan del espacio y la difusión que los medios les permiten en el ámbito público. “Las fuentes de información, los públicos y los  periodistas constituyen la triangulación básica operativa en la construcción de la noticia”.  

No obstante, también hay que reconocer que el proceso de construcción de la noticia está sometido a presiones de diversos grados y orígenes. Según McQuail, en el centro de las demandas y presiones está la empresa de medios y sobre ella, en un primer nivel operan las fuentes, las audiencias, los  propietarios y los anunciantes y en un segundo nivel, los inversores, los grupos de presión (nacionales y trasnacionales), el gobierno y las instituciones políticas y sociales.

Para nadie es un secreto que hay que hacer una noticia vendible y esta a su vez, se convierte en la manera de medir el éxito de los medios. La necesidad de producir información simplemente para entretener una audiencia poco hábil para clasificar su nivel de influencia se reduce con el infoentretenimiento, aplicada más que todo en televisión. En este proceso la noticia deja de ser noticia para convertirse en espectáculo, algo que producirá expectativa, sensacionalismo y asegurará una audiencia gustosa por este tipo de información.

Las tragedias, las comedias  y en general el espectáculo comenzaron a tomar bastante fuera en América Latina poco después de que los temas de comunicación, incluidos sus estudios y efectos tuvieran un componente de politización, como resultado de la relación entre los procesos de transformación social, los modelos de desarrollo y las propuestas políticas de cambio estructural.

Los temas de política de los canales informativos empiezan a simplificar sus informaciones, sesgar y muchas veces censurar noticias en función de los intereses de los propietarios de medios.

 El conocimiento entre el profesional y sus fuentes es importante para el trabajo del ejercicio cotidiano; sin embargo, hay que tener cuidado, pues una fuente habitual  en ocasiones puede necesitar favores y exigir a su vez exclusividad.

Por otro lado, están los ciudadanos del común, que se constituyen en fuente informativa cuando son protagonistas de hechos que causan conmoción y que pueden derivar en sucesos futuros.

La profundidad describe un estilo de la noticia. Pero también una forma de entender la noticia. En este caso, definición de la noticia y estilo de la noticia se equiparan porque la exigencia por mayor profundidad se reitera en varios testimonios. Igaulmente, sin desvirtuar los hechos noticiosos fundamentados por la objetividad, cada periodista imprime su sello personal, por lo que intenta hacer una clasificación  de  la información, sin perder la esencia del género, que en últimas es informar.

Entonces aquí viene el papel de los medios. De acuerdo con la politóloga, Noelle-Neumann, la función de los medios se manifiesta en las acciones de los ciudadanos. “Pero la información periodística es cada vez más un insumo para la inserción en la socialización cotidiana que una herramienta de construcción de ciudadanía comprometida con la democracia”, dice.

La mayoría de medios se rigen por una agenda, resultado de los temas seleccionados y construidos como noticias, pero, a la vez, es la posibilidad para la audiencia de organizar su consumo. En ella se incluyen las visiones, las necesidades, los contratos de lectura y los pactos con las fuentes.

No hay que olvidar que la noticia se enfrenta con una realidad: la inmediatez, la misma que a veces resulta pobre e invade la misma función del ejercicio ante la urgencia cotidiana de tener que informar. El debate público hoy se centra en su intento por profundizar y mostrar con rigor y transparencia una realidad, que hoy es cuestionada por otros poderes de orden político, económico y social. Es cuando aparecen los principios que rigen al periodismo y de los medios por salvaguardar una independencia, lejos de los poderosos.

Un oficio que debe jugar con otros elementos necesarios en el marco de construcción de sociedad: la democracia y  la opinión pública, ambas  como parte de un proceso de transformación sociocultural en marcha, crítico e incierto.

La televisión como foco de libertad o amenaza en la esfera política


La política democrática, por mucho que sea un recurso usual de toda clase de retóricas, no puede ser menospreciada. Necesita de mecanismos institucionales que garanticen no solamente la formulación de leyes, sino su exigibilidad y su respeto por parte, especialmente, de agentes gubernamentales y gerentes privados. Tampoco puede ignorar la importancia de la formación democrática de demandas sociales (Sojo; 2004, p. 152).

La comunicación es un aspecto central de estas transformaciones, las que inundan todos los aspectos de la vida, además de las decisiones de producción, los niveles de precios y los procesos de mutación de la industria cultural, entre otros asuntos.

La televisión misma se convierte en un reclamo fundamental de las comunidades regionales y locales en su lucha por el derecho a la construcción de su propia imagen, confundida así con el derecho a la memoria (Martín-Barbero, 1999, p. 288).

En Chile, y en general en América Latina, existe cierta similitud entre la jerarquización de la agenda mediática y el organigrama político. La cercanía del vínculo directo, entre los medios de comunicación y la clase política se hace evidente, no solo en el volumen de noticias diarias relacionadas con en este ámbito, sino además por detalles como la frecuencia de consulta de fuentes oficiales e incluso el lenguaje con el cual los periodistas se refieren a estos.

Lo que se denomina organigrama político, no se refiere únicamente a la división de las ramas del poder estatal en funcionarios-gobernantes de las ramas legislativa, ejecutiva y judicial, sino en el orden de influencia, la frecuencia y la capacidad con las que esferas como la económica, la religiosa, la académica, la seguridad nacional o el deporte, son capaces de desplazar el imaginario de relevancia de una manera tal que son capaces de opacar la intención de deliberación del público frente a temas de mayor interés o impacto en términos generales.

A pesar de que, como lo muestra la historia, en sus albores, la comunicación mediática de masas comenzó como una herramienta política, en la actualidad se pretende mostrar a los medios y particularmente la televisión, como agentes neutrales e imparciales. Sin embargo, la intersección en la que convergen la información de interés general y la rentabilidad, conforma un área difusa entre los principios periodísticos en los que en teoría deben primar la información culturalmente útil o valiosa, la difusión de hechos novedosos y recientes, y los principios económicos de la rentabilidad, la producción eficiente, el posicionamiento de marca (o auto-pauta), la venta de espacios para infomerciales, el mundo del espectáculo y lo de moda: la política.

En este sentido, los medios están como todo o casi todo, al servicio de las lógicas del modelo socioeconómico y no de las necesidades culturales de la ciudadanía cumpliendo una función socioeconómica primordial, y es la de generar un ambiente de confianza que sirva como caldo de cultivo para la proliferación de las iniciativas económicas que tienen como objetivo primordial, persuadir al público de apoyarlas.

J.P. Arancibia en su texto: Comunicación Política explica cómo a partir de la irrupción de la televisión y su fusión con la política, esta última sufrió un proceso de transformación creciente, el cual consiste en potenciar y acentuar esos rasgos de espectacularidad.

La televisión se vuelve una escena privilegiada de la política, con tres procesos para la configuración de la mediatización de lo político: la emergencia de una sociedad de masas; la expansión e institucionalización de los medios de comunicación social como agentes organizativos y articuladores de un espacio social simbólico; y los procesos de captación, utilización y cooperación entre los sistemas políticos y los medios de comunicación.

Para Dominique Wolton la exhibición de políticos en televisión constituye una excelente posibilidad para que los ciudadanos se enteren de las distintas ideas y proyectos políticos de modo que estén completamente informados de las diferencias ideológicas y políticas. Wolton sostiene que la comunicación política es un proceso indispensable para el espacio político  contemporáneo. Su modelo de comunicación instituye y autoriza el ingreso de ciertos agentes en la vida pública de la sociedad.

Contrario piensa Giovanni Sartori, quien cree que la “video política” es una modalidad que amenaza a la nueva democracia puesto que impone una falsa democracia televisiva donde impera la apariencia por encima del fundamento y la imagen sobre la razón.

Es por eso que Arancibia en recopilación sobre el proceso de mediatización en Chile, sostiene que la televisión se presenta y comporta como un agente que está más allá de sus propias condiciones de posibilidad, pues termina trascendiendo y se sobrepone a todo régimen de contingencia.

En materia de política, el rol fundamental de los medios consiste en promover la participación ciudadana y dar a conocer de manera eficiente los temas del mayor y más amplio interés. Gran parte de la corruptela política ocurre por el desconocimiento de las dinámicas en materia de políticas públicas y por ende de las lógicas sobre las que estas deben funcionar ante la ley.

No obstante, hoy lo relevante de la escena televisiva es que adopta mecanismos y atributos de tribunal: enjuicia, sentencia y normaliza las subjetividades. Según Bourdieu, niega cada uno de los requisitos y condiciones para que exista democracia; sus razones: la televisión impide pensar, imposibilita el rigor y la serenidad, silencia, enmudece  y paradójicamente invisibiliza; en vez de fomentar la participación ciudadana termina por castigar y censurar sus posibilidades.

Por el contrario, Dominique Wolton ha defendido a los medios con dos afirmaciones distintas; primero, lo medios de comunicación son condición de posibilidad para que exista democracia. Segundo, los medios de comunicación son la más sana manifestación de la sociedad democrática, de su madurez y estabilidad institucional. Donde existen medios de comunicación política hay democracia, a esto Wolton llama comunicación política.

La comunicación política se articula en tres esferas y agentes sociales: lo político, la información, y la participación. De acuerdo con Wolton el político debe exhibir su accionar, debe transparentar su gestión. El periodista debe investigar e informar a la ciudadanía lo que hacen los políticos. El ciudadano debe informarse para poder participar y para poder votar. Así la democracia deviene para Wolton un círculo perfecto entre la política, la información y la participación.

La comunicación juega un papel fundamental no solo en el ejercicio mismo de saber comunicar las prioridades que nacen de abajo hacia arriba, o del pueblo hacia los gobiernos, sino también de saber diferenciar, en el lenguaje político, aquellas cosas que son urgentes.

Es necesario advertir que la aplicación de la acción de comunicar se debe integrar adecuadamente con otros factores y en un contexto. Además, no se puede ignorar el entorno en que se mueve y los procesos políticos, sociales y económicos. De hecho, ninguna técnica de comunicación como lo señala Dominique Wolton, por más efectiva que sea, llegará a alcanzar el nivel de complejidad de la comunicación humana.


Bibliografía

Barbero  J.M. Los descentramientos del arte y de la comunicación, en Carlos Ossa (compilador) La Pantalla Delirante, Santiago de Chile, Lom Ediciones/Universidad Arcis, 1999, pp. 85-99.

Sojo C. La modernización sin Estado: el destino privado de las políticas públicas. En publicación: La gobernabilidad en América Latina. Balance reciente y tendencias a futuro. FLACSO, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Secretaría General. 2005. (formato CD).

Arancibia J.P. Comunicación Política, Capítulos  III, IV y VII