jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Qué estamos haciendo los latinoamericanos?

Desde hace varios años nuestros gobiernos se han dedicado a discutir cosas del pasado, sin darse cuenta que se nos siguen pasando las oportunidades de avanzar hacia el futuro. Mientras muchos países del continente asiático innovan, nosotros (los países latinoamericanos), somos arrogantes y creemos que ya lo hemos hecho todo.

Esta reflexión me vino luego de leer el libro ¡Basta de historias! del periodista argentino Andrés Oppenheimer. En él se condensan varias ideas interesantes acerca de la educación y su contexto en Latinoamérica  frente a países como Estados Unidos y, particularmente,  del continente asiático.

Al parecer, nos hemos dedicado más a echarle flores  a las grandes universidades latinoamericanas hasta el punto de convertirlas “en las vacas sagradas de América Latina”, dice Oppenheimer  en su libro, quedando prácticamente blindadas. En una entrevista que el autor argentino le hizo a Bill Gates y de la cual hace referencia en su libro, Gates afirmó que el apoyo gubernamental y privado, la protección de la propiedad intelectual, el capital de riesgo además de otros factores son importantes para que los países incentiven la innovación, pero que la clave de todo es la educación. Algo que se refleja en las universidades estadounidenses y asiáticas, y que nosotros, pocas veces lo analizamos con detenimiento, pues mientras los estudiantes de estas universidades se sienten identificados con las instituciones y transmiten una imagen positiva hacia fuera, los latinoamericanos nos hemos quedado en juzgar el sistema educativo más por su infraestructura o el trato que se recibe que por la calidad académica.

Ahora bien, de las 200 mejores universidades que existen en el mundo, las latinoamericanas aparecen casi al final de la lista, y lo que es peor aún, según datos de la Organización de Estados Iberoamericanos, más del 57 por ciento de los estudiantes de la región latinoamericana prefieren cursar carreras asociadas a las ciencias sociales mientras que apenas el 16 por ciento cursan carreras de ingeniería y tecnología.

Es decir que existen tres psicólogos por cada ingeniero,}.  Los latinoamericanos se están  dedicando a estudiar cosas del pasado. Esto no quiere decir que sea malo, pero comparado con los países que actualmente son generadores de las investigaciones más importantes del mundo, estamos dejando a un lado las carreras que incentivan las innovaciones del futuro.

Un dato preocupante al que hace alusión el autor, solo el 2 por ciento de la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en los países latinoamericanos y caribeños, el resto se registra en países como China, India, Corea del Sur, Estados Unidos entre otros.
Una realidad que nos sumerge a reflexiones muy sencillas, ¿Qué estamos haciendo para mejorar?, ¿por qué nosotros no invertimos en investigación?, pues bien,  la conclusión de Oppenheimer es que mientras países como China y otros asiáticos está mirando hacia adelante con una visión a largo plazo, nosotros, en cambio, nos hemos quedado en el pasado.

Tal parece que nos hemos dedicado a generar investigación en el ámbito académico estatal lo cual está muy alejado de las necesidades del mercado, contrario por ejemplo a países como
China comunista donde el grueso de la investigación  está en el sector privado porque compacta con las  necesidades del mercado y en explorar las oportunidades comerciales.
Según estudios del Banco Mundial que data el texto, los bajos niveles de innovación en Latinoamérica se deben “en gran parte al hecho de que los países de la región no ofrecen suficiente seguridad jurídica, no hay capital de riego para financiar proyectos innovadores y las burocracias estatales requieren tantos trámites para abrir una nueva empresa por lo que muchas empresas desisten.”

Oppenheimer, hace muchas reflexiones  básicamente de lo que estamos haciendo los latinoamericanos, y como él mismo dice, mientras muchos políticos siguen repitiendo como “loros” viejas ideas de que sus países tiene un gran futuro gracias  a sus reservas de petróleo, agua o alimentos, la realidad de los días muestra que la economía mundial está en los productos del conocimiento y los servicios.





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