miércoles, 15 de junio de 2016

La comida de La Guajira está en su propia tierra

Comunidad de Anuwou en Nazareth / Foto: Andrés Panqueva
Hacer que en un desierto como el de La Guajira pueda cultivarse tomate, maíz, fríjol, limón, naranja, ahuyama, guayaba y hasta torombolo parece un milagro de la naturaleza, aunque tarde muchos años en llegar.

“El último proyecto productivo que tuvimos fue en 1950”, dice Cristina Arpushana, una wayúu de 70 años de la comunidad de Ruleya II en el municipio de Manaure.

Hoy, 66 años después, el desierto que la vio crecer vuelve a ser productivo y de él se pueden cosechar alimentos que ni siquiera ella conocía.

Cristina vive con su esposo, sus 10 hijos y seis nietos, con quienes ha logrado intensificar el trabajo de siembra y cosechas de hasta dos y tres veces al año a pesar de que hace cuatro años no llueve por estas tierras.

Tenemos limón, naranja, ahuyama, guayaba, torombolo, tomate, maíz y fríjol. Quisiera tener esto lleno de cultivos pero la falta de agua no nos deja”, asegura.

Esta wayúu asegura que desde el comienzo del proyecto, sus tierras –o mejor, su desierto– es fértil y todo lo que siembra florece. Es la paradoja de un oasis en medio de la nada.

Una despensa en medio del desierto

A ocho horas de camino desde Riohacha vive Franklin Iguarán, un productor del corregimiento de Nazareth en el municipio de Uribia que ha logrado convertir sus tierras en la mayor despensa de alimentos de la zona.

“Aquí somos cinco familias las que trabajamos. Esto era puro monte, después que vino la Fundación limpiamos y quedo bien, estaba el tanque y el pozo nada más”, cuenta.

Después del cierre de frontera entre Colombia y Venezuela se agudizó la problemática comercial incrementando el precio de muchos de los productos que llegaban a Nazareth, por ello Franklin decidió expandir su huerta y dedicarse por completo a ella, logrando patillas de hasta 24 kilos y vender el kilo de fríjol en $5.000.  

Tanto Franklin como Cristina hacen parte del proyecto que lidera la Fundación Alpina desde hace tres años con recursos del Sistema General de Regalías en 20 comunidades de Manaure y Uribía.

La iniciativa ha logrado que hoy la mayoría de los beneficiarios cuenten con el cerramiento de la parcela, la adopción de un sistema de riego por goteo, un tanque de agua con capacidad para 2.000 litros y un pozo que funciona con energía solar.

Pese al inclemente sol y las lagunas secas, 247 familias producen una gran variedad de alimentos entre frutas, verduras y tubérculos, que han permitido el sostenimiento de 1.590 indígenas.

“Por cada cosecha de maíz se obtienen unos 6.000 kilos por comunidad. Estamos hablando de una hectárea de tierra tecnificada con riego por goteo. En 20 comunidades son 120.000 kilos que se están produciendo.

“En fríjol, en cada siembra se obtiene 3.000 kilos, es decir, 60.000 kilos en cada cosecha”, asegura Arturo Molina Gómez, coordinador del proyecto de la Fundación Alpina.

La inversión de este proyecto contó con aportes de regalías por 2.751 millones de pesos y de la Fundación Alpina por $510 millones para la instalación de dos hectáreas por comunidad: una silvopastoril y, otra, de alimento de pancoger, para un total de 40 hectáreas.


Jóvenes indígenas sembrando el futuro

Pero no todo lo que siembra va para el consumo humano, buena parte de los pastos y plantas como la leucaena, la mombaza y hasta la famosa moringa de la que tanto se habla debido a sus propiedades nutricionales, se destina a la alimentación de los chivos y las cabras.

Estas prácticas las lideran, en gran medida, 80 jóvenes de los internados de Nazareth y Siapana. Ellos se han convertido en multiplicadores de conocimiento en sus comunidades gracias a la capacitación que reciben por parte de la Fundación.

El proyecto les permite hoy contar con una unidad agrícola de aproximadamente 25.000 metros cuadrados la mitad dedicada a la actividad silvopastoril y la otra a un banco mixto de alimentos.


Uno de los beneficiados con las capacitaciones es Raulín de Jesús Duarte, de 17 años quien asegura haber aprendido a “desparasitar a los animales para que puedan dar mejor producción de leche y así alimentar a nuestras familias todas las mañanas”.

Por Jenny Patricia Perdomo 
Publicada 23 de abril de 2016 El Tiempo

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